jueves, diciembre 28, 2006

Venezuela profundizará el modelo del populismo

¡El populismo da resultados!


El reelecto presidente Hugo Chávez corre el riesgo de no advertir sus límites: los recursos no son infinitos y carece de garantías externas.

Carlos Pérez Llana VICERRECTOR DE RELACIONES INTERNACIONALES DE LA UNIVERSIDAD SIGLO 21

Esta vez las encuestas no se equivocaron: el presidente Hugo Chávez se reeligió y la oposición demostró que existe. Las cifras son elocuentes: 60% a 40%, con una elevada tasa de participación. Las encuestas boca de urna reflejaron lo que también se sabía: pobres de un lado, sectores medios y altos del otro.

¿Un país dividido? Decididamente sí. Ahora bien, ¿cuál será la nueva hoja de ruta de la llamada "Revolución Bolivariana"? Los datos más relevantes de su agenda política son tres: 1) ¿qué hará la oposición?; 2) ¿cómo invertirá Chávez su renovado poder? y 3) ¿ hacia dónde podrá evolucionar el régimen?

La oposición ha encontrado un líder, Manuel Rosales, que en la mayor adversidad supo erguirse para dar una batalla que, de antemano, se sabía perdida. Mantener una alianza ideológica heterodoxa deberá ser la empresa política de este gobernador que además de hacer antichavismo está obligado a construir un modelo alternativo al populismo.

En América del Sur sólo el modelo socialdemócrata, adaptado a las circunstancias locales, es capaz de ofrecer resistencia y ser una alternativa al populismo. Una opción liberal, asociada con el noventismo, en Venezuela y en la región no tiene crédito. Ni siquiera en la vecina Colombia ese modelo se mantiene, ya que a su manera Uribe es populista, sólo que su populismo no es antiamericano. Ser populista significa apoyarse en el carisma del líder; erosionar las instituciones y la ley; buscar la reelección perpetua y adherir a un nacionalismo antiamericano. Chávez es el epítome del nuevo populismo; Ollanta Humala en Perú aspiraba a lo mismo; Rafael Correa en Ecuador intentará hacerlo y Evo Morales cabalga sobre ese modelo.

La opción socialdemócrata, como la chilena, apuesta a más ciudadanía como alternativa al clientelismo; a distribuir desde el crecimiento; a reducir auténticamente la pobreza; a integrar clases y geografías hacia dentro y a integrarse a las corrientes de inversión y del comercio hacia afuera.

Si la oposición pretende transformarse en una alternativa de poder, su destino será disputarle a Chávez parte de su base social. Sin una inserción opositora en los sectores bajos, Chávez difícilmente sea vencible. Los votos que perderá, debido al ejercicio autocrático de un poder consagrado a una nueva reelección, le abren a la oposición un horizonte de esperanza.

En cuanto a los designios internos, más allá de la prometida reforma constitucional que lo habilite a nuevas reelecciones, sólo se puede conjeturar. Difícilmente Chávez esté pensando en distribuir poder; como miembro de la corporación militar, para él sólo las Fuerzas Armadas pueden aspirar a más.

Tal vez ensaye algún sucedáneo en materia de participación. En ese sentido, argumentando que existe una amenaza de intervención americana, el poder militar se reserva el monopolio de la fuerza. Imaginar un poder revolucionario espontáneo y de base suena más a discurso que a realidad.

En términos operativos, el modelo populista seguramente profundizará su perfil petrodependiente, concretamente un Estado que liga su suerte al precio del petróleo; que utiliza la renta distribuyendo sin acumular; que administra la empresa petrolera con precaria y politizada gestión y que, al igual que el petroestado ruso, busca crear una nueva burguesía asociada al poder político cuyos intereses se proyectan a la banca, el comercio exterior y los medios de comunicación.

Por último, la lectura externa. Probablemente Chávez pretenda asumir el liderazgo del discurso antiamericano y antiglobalización. Para ello cuenta con algunas ventajas: el presidente Bush derrotado electoralmente y empantanado en Irak; el incremento de la brecha entre ricos y pobres en la región; la vacancia castrista; los recursos del petróleo que habilitan sus aspiraciones globales y su diplomacia petrolera en América latina —v.g, influyendo en el arco andino—; comprando empresas; proveyendo petróleo subsidiado a gobiernos y municipios amigos; financiando cuadros políticos; etc.

Este proyecto ha conocido derrotas que sólo se explican en virtud de un diagnóstico equivocado. Al igual que en su momento le ocurriera a Muammar Gaddafi, las ambiciones desmedidas aun contando con recursos terminan en fiascos.

La candidatura de Venezuela al Consejo de Seguridad es un ejemplo: el discurso de Chávez hizo pensar a muchos países en desarrollo que la virulencia anti Bush deterioraría, aún más, a las Naciones Unidas, un espacio diplomático que esos gobiernos tratan de preservar.

Interviniendo en los asuntos políticos internos, a través de la llamada "diplomacia activa"; apareciendo asociado a Irán y a algunas corrientes islamofundamentalistas; suscribiendo acuerdos militares con Bolivia; debilitando esquemas de integración como el Andino y buscando transformar al Mercosur en una plataforma política, Chávez corre el riesgo de no advertir cuáles son sus límites: los recursos no son infinitos y carece de garantías externas de "último recurso".

Lo mismo le ocurrió al líder libio, que en los 80 se enfrentó con el presidente Reagan sin advertir que su garante soviético no estaba en condiciones de apoyarlo. Hace poco tiempo, cuando estimó que podía correr la misma suerte que Saddam Hussein, el líder libio apeló al realismo, abandonó su plan nuclear e indemnizó a los familiares de las víctimas de sus servicios de inteligencia.

Tal vez el problema de estos liderazgos resida en un punto: al provenir de estructuras militares, poseen una concepción del poder y del Estado que entra en colisión con el tipo de liderazgo que el mundo y América latina demandan para lidiar con una agenda internacional compleja que requiere, básicamente, sociedades civiles fuertes y liderazgos persuasivos.

1 comentario:

Fermata dijo...

http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=278344

Este gorila ya muestra los dientes sin pudor. Les Células Bolivarianas que operan en México pueden frotarse las manos: seguirán recibiendo sus petrodólares. Nada molesta tanto al caudillo como la prensa adversa. Si no, pregúntenle al obrador y sus golpistas, que enardecen multitudes contra medios independientes. La Sobornada y el Propejo son lo único admisible. Y los rebuznos de Cármen Aristegui. Por un pelo nos salvamos de otro caudillo semejante. Mi eterno agradecimiento a todos los antipejes, salvadores de nuestra incipiente democracia.