jueves, noviembre 16, 2006

AMLO: Triste Papel

Sergio Sarmiento
Triste papel


"Se necesita un siglo para formar un estado y una sola hora para convertirlo en polvo".

Lord Byron

MADRID, ESPAÑA.- Nada más triste que comparar el papel que en el México de hoy está teniendo Andrés Manuel López Obrador con el que Felipe González desempeñó en la España de la transición.

En 1974, un año antes de la muerte del dictador Francisco Franco, el dirigente socialista de origen sevillano asumió la dirección del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) con ánimo de construir una economía moderna en el seno de una verdadera democracia. Dejó de lado las posiciones marxistas que durante décadas había mantenido el partido y participó con ánimo honesto en las negociaciones que llevaron a la edificación de la democracia española. Junto con otros dirigentes de centro, derecha e izquierda, como Adolfo Suárez, Manuel Fraga y Santiago Carrillo, estableció las bases institucionales de lo que sería la actual monarquía parlamentaria española.

Pronto la dictadura desapareció y hubo elecciones. Pero a pesar de que el PSOE seguía siendo el partido más votado en España, como lo había sido antes de la guerra civil, las alianzas de sus rivales le impidieron formar gobierno. Esto no hizo que González se desesperara. Aguardó con paciencia, realizando un trabajo constructivo en la oposición parlamentaria, hasta 1982 cuando el voto de los ciudadanos le abrió las puertas al Palacio de la Moncloa.

López Obrador no sólo carece de la paciencia de González sino también de su buena fe. Su megalomanía es tan grande que no puede entender que los ciudadanos puedan sufragar por alguien que no sea él. Por eso, de cuatro elecciones en las que ha participado, ha cuestionado la validez de tres: todas las que perdió. Sólo ha aceptado el resultado de una: la única que ganó, la de la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal del año 2000. En la campaña presidencial de este 2006, de hecho, declaró que "un triunfo de la derecha es moralmente inaceptable".

No es para él la espera paciente en la oposición buscando cooperar con un gobierno que no sea el suyo en la construcción de iniciativas que permitan impulsar una visión de país o mejorar el nivel de vida de la población. La oposición, desde su punto de vista, sólo tiene sentido si utiliza sus fuerzas para destruir al gobierno. Poco importa si en ese intento se violan los derechos de terceros, incluso de los más pobres, esos que han servido de justificación en su obsesiva búsqueda del poder.

Felipe González, el estadista, y José Luis Rodríguez Zapatero, el actual jefe de gobierno español, le han recomendado a López Obrador aceptar el resultado de la elección y dedicar los años siguientes a promover iniciativas desde la oposición. Eso es lo que haría cualquier político realmente democrático en el mundo, ya sea de izquierda o de derecha.

Pero esas recomendaciones caen en oídos sordos en López Obrador. Al tabasqueño no le interesa realizar un trabajo eficaz y leal desde la oposición. No le preocupa impulsar políticas sociales o de desarrollo económico a través del Congreso. Su único deseo es derrocar el "gobierno espurio", al "pelele" que cometió el pecado de vencerlo. Poco importa si ello implica paralizar la economía del país.

Felipe González puede hoy caminar por el mundo con la frente en alto. Su periodo de gobierno, de 1982 a 1996, fue uno de los más fructíferos de la historia de España. Lejos de dejarse atar por los dogmas que habían dominado al PSOE durante décadas, eliminó los controles de cambio, privatizó empresas en sectores estratégicos, abrió la economía a la inversión privada y globalizó a España al incorporarla a la Comunidad Económica Europea. En ese lapso España dejó definitivamente de ser un país pobre y logró un impresionante desarrollo.

López Obrador tendría la oportunidad de promover un programa similar en el México de hoy. Es verdad que perdió la elección presidencial por escaso margen, pero como cabeza de la oposición puede empujar una agenda legislativa. Si sus reformas fueran buenas, podría ayudar a mejorar la situación económica del país. Calderón, tan necesitado como está de aliados, habría estado dispuesto a trabajar con él. Y, con el tiempo, seguramente López Obrador habría podido aspirar nuevamente a ese cargo de presidente de la República que tanto ambiciona.

En lugar de eso, ha decidido autoproclamarse "presidente legítimo" de México y desempeñar un papel destructivo en la vida nacional. Dice que quiere derrocar a Calderón, pero para lograrlo busca golpear la estabilidad del país. Piensa que en el caos la gente acudirá nuevamente a él. No le interesa el costo que ese caos pueda tener para los mexicanos.

Apoyo a la APPO

Izquierda Unida, heredera del Partido Comunista Español, ha prometido enviar apoyo económico a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). Esto lo ha confirmado Milagros Hernández, integrante de la Secretaría de Política Internacional de IU. Claramente estos políticos no se dan cuenta del daño que la APPO les está haciendo a los oaxaqueños, especialmente a los más necesitados. En España los comunistas tuvieron un papel crucial en la construcción de las instituciones democráticas de la transición. Pero hoy resulta que los objetivos por los que lucharon en España no son adecuados para los pueblos "morenos" o "subdesarrollados". El anuncio de IU es un golpe para los oaxaqueños, pero también una violación a las leyes mexicanas que prohíben la intervención extranjera en los asuntos políticos internos de nuestro país.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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